miércoles, diciembre 06, 2006











Ku Klux Klan


En uno de mis tantos viajes me encontré con la espléndida noticia, de que Dios no era lo que me
había imaginado y el colectivo también, ó, la idea que nos habían inpuesto por convenio y figura,
esos añejos inocuos que se irguieron como sabios y última palabra.
Era pequeño de estatura, de cejas pobladas y nariz aguileña, en fin, carecía de bello parecer, de
hecho era de piel cobriza, del tipo de piel que adquiere la gente que trabaja la tierra. Sus ojos tenían
el cansancio de la sabiduría, de esa que conoce lo recóndito y que al conocerlo se fatiga y duele en
lo escondido de aquellas miserias.
Al ver esa mirada pude entender en algún grado el dolor que traspasó hacia sí su alma.
Cási pude vislumbrar el enjambre de formas y modos de sufrimiento diverso, que experimentarón
aquellos ojos. Paz infinita de todas maneras logré darme cuenta que salía de su real esencia. Creo
que con esa permisión fugaz quería decír sin palabras lo que logré entender. Misión cumplida,
pensé.
Búeno, por esos dias llegó a su presencia un ingreso, venido ni más ni menos que del mismisimo
“ku klux klan”, un gordinflón rosadito con cara de cerdito, se sacó el capirote rojo de sangre, de
inmediato se destapó, dijo ser un gran brujo con autoridad sobre diez genios, su mirada denotaba
una sorpresa indescriptible mientras se dirigía al gran Señor; así, calló de rodillas sobre un oceano
de lágrimas ahogándose en frente de aquella indesmentible verdad. En Tennessee y Arkansas hubo
disturbios, inclusive arrestaron a la pequeña “Alicia” por contumaz junto al gato “Cheshire” en una
taberna de negros por acceder a la mala.
El gordo no lo podía creer, no había vuelta atrás ya que muerto y, bien muerto estaba.
¡La lógica del hombre, no es mí logíca!, sentenció Dios, con una voz grande en
potencia.




Autor: E. C. Flores

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