viernes, noviembre 13, 2009

Satrapas y Oníricos



Matta, parecía como si reposara camuflado de hoja seca, en un piso gélido de París, visión frenética y extraña a esa tarde, tarde hora, esto a plena y tenue luz del farol fantasmagórico que le hacía sombra perfecta con esa tenue y pobre luminosidad anaranjada, frente a la ventana de su cuarto de segundo piso conventillero, en la zona del pequeño barrio de "ile Saint Louis"
Sus grandes ojos, llenos ahora y, por estos días de una melancolía del color de la desesperanza y la realidad de la espera forzada, permanecieron quietos más aun, por un largo rato, en la oscura y espesa profundidad de las estrellas dibujadas en el cielo falso, con revoques claramente altruistas de su pequeño y asfixiante habitáculo, lo que de algún modo denotaba ensoñación caminada, muy pero muy caminada y escapada de un lejano pasado irrecordable, de algún pintor mediocre que vio lo mismo y se sintió sofocado tal cual como lo hacía hoy este loco asilado.

De pronto y, a sus espaldas, se abalanzo de súbito, tal cual como el hálito inconfundible y alcohólico del viejo "Jean Pierre Garnier Malet" ese rufián y viejo compañero de juerga que le hacía sonreír levemente de vez en cuando, cada vez que venía a su mente su presencia y recuerdo.

¡MMM! Era para variar la fastidiosa e irrespetuosa “Sorpresa" que venía siempre del mismo modo y de brusco hacia él, con sus esponjosas e inconfundibles y pálidas ojeras, ahora peinándose para atrás los pocos pelos que le quedaban sobre su calva y prominente cabeza, solo con la mera intención de correr una cortina importada a telón rápidamente, por obligación según su trabajo, y dar paso al segundo acto lo más rápido que se pudiese, con el firme propósito de seguir durmiendo y soñando a la vez, en busca de las variadas libertades que no poseía, ahí, en el fondo de su cuarto.

De pronto aparece en la misma escena, (Tras la abertura del telón) otro Matta, como un perfecto holograma espacial, muy decorado y amononado, aparentemente preparado como para una cita, de esas muy calentonas y ensoñadas (Lo intuimos por el ramillete de petunias blancas que empuñaba con firmeza, y además, por su cabellera grisácea muy bien engominada) 

Se quedó parado y sin decir palabra alguna, comenzó a derramar sutilmente lagrimas holográficas que caían en lento, raramente desde afuera hacia dentro, haciendo un recorrido inverosímil en busca del camino a la muerte rápida y feroz, como no queriendo tocar aquel piso parisino y estulto, floto por un instante en una extraña levitación, ahí estuvo un largo rato, observante y siempre silencioso, mientras todo comenzaba a diluirse en las superficies desgarradas de haya afuera.


El tiempo fue seccionado y luego suturado, a la décima potencia, todo permanecía congelado ahí mismo, como en gélida roca quieta esperamos por los siglos de los siglos.

Mientras tanto, otro de nuestros singulares amigos, “Diego Maquieira” vio todo lo descrito con cierta distancia y sospecha desde el frente de la vereda, en la vereda oriente con Magdalena, la distancia parecía dar lectura de sapiencia y buen juicio por parte de este, “aparentemente”.
-- Yo la verdad no lo creí, sabía que en su esencia era tal cual y, más orate, que este aparecido y patético Matta salido de las mismas fauces de una taberna milonguera.
 El holograma ya rebelado, de pronto montó en el aire una nueva disposición al ver a “Maquieira” parado en la calle, este le observo detenidamente cambiando ahora, la mueca triste, por una nueva, leve y creciente sonrisa en sus labios.
 Le brillaron los ojos como fuegos de artificio al detectar a ese viejo amigo, que no se ve en centurias, para luego acercarse y abrazarle con musculo y alma.
Festejado y dispuesto le esbozó una sonrisa de bolsillo y le invitó a inflar con un Bombín, al otro Matta, que yacía fijo y frío, en aquel piso de París.

Así fue, y así se hizo. 

Recuperados ya del espasmo por ajenjo, lograron levantar del piso de París al Matta resucitado y rescatado desde las mismísimas puertas de “Hades” muy oportunamente la noche anterior.

No sé cómo, pero los tres juntos llegaron a parrandear nuevamente al “Diego Portales”, con sombreros de copa y alegría entre manos, cargados de nuevos bríos, por las nuevas conquistas que habían logrado la noche anterior entre, él “Les Assassins y el catastrófico y aparentador “Liguria”, todos ellos en pos de la flojera misma y estandarte y por supuesto en el santo nombre de esta.
Lo que ahora en adelante se debía presentar como tarea diaria y, a los cuatro vientos del mundo de “Les Mammon” se debía indefectiblemente pregonas como una nueva teoría revolucionaria en contra de los entristecimientos absurdos del neo hommo.



Mientras, desde plaza Italia, en el punto cero de la ciudadela cursi, el abuelo de Maquieira muerto, le reprochaba a viva voz que se alejara de aquellas malas influencias ya que al “averno” le arrastrarían inapelable-mente, con bombos platillos y petacas.

Oídos sordos arrastraron la Alameda hasta el Cine Normandie.

Mientras, Marlon Brando, en la boletaría los recibió con “horror”, por no haberlos encontrado un poco antes, para recorren juntos lo aquello e irrenunciable. 

Sigue.............................






Autor: E. C. Flores (Cantelli)

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