lunes, diciembre 18, 2006

Fear of the unknown gods





Miedo a los dioses desconocidos

Terror, y razón oculta, bien dotado el carajo de exagerados sentidos. Por aquel día, fue proclamado con trompeta, y apuntado a los cuatro confines frijoleros con la desdicha de los vientos.

La labia de boca volcánica susurro estruendo vario.

El fin de intimidar destacó su alma pervertida, desde la abertura de sus poros, ensangrentados por el sudor de la ira, solo por ira.

“Júpiter Fulminans

El miedo y horda del infierno arremetió con espada encendida por fuego sacro.

“Júpiter Fulminans

La enana aldea que colgaba del horizonte comía miseria y despojo último, en favor de esos, sí, esos; los pequeños dioses.

Territorios aledaños supieron del ejercicio del poder reinante a esas horas, que bramaba hedor de las almas perdidas alojadas en su vientre abultado.

No había retorno, no había.

No había vuelta a los lagares de paz, a los buenos tiempos, al descalabro de la sonrisa de la doncella amada que reía en la puerta del establo.

En espera de abrazo y penetración más de un viejo cuento de amor ingenuo.

“Júpiter Fulminans

Misericordia miserere.

Los del miedo no tenían razón social y en sus chapas no decía el romper molleras y tuétano sagrado.



La desdicha de los días con hueso filudo rompía el cosmos de las pequeñas cosas que no importaban.

Galopando y frijoleando “Júpiter Fulminans

Ilusos floridos aguzados oídos, despierta y duerme, por ultimo si quieres.

En eso y de pronto la tierra expiró por puro expirar, bajo la muerte indefectible y atolondrada.

La desesperación hizo entregar a los de vientre, y de pecho, e inclusive a un remanente de destetados, como ofrenda para aplacar a la ventrílocua natura.

“Júpiter Fulminans” si, “Júpiter Fulminans”.





Continuara, por razones obvias me abstengo del final.



E.C.Flores

















miércoles, diciembre 06, 2006











Ku Klux Klan


En uno de mis tantos viajes me encontré con la espléndida noticia, de que Dios no era lo que me
había imaginado y el colectivo también, ó, la idea que nos habían inpuesto por convenio y figura,
esos añejos inocuos que se irguieron como sabios y última palabra.
Era pequeño de estatura, de cejas pobladas y nariz aguileña, en fin, carecía de bello parecer, de
hecho era de piel cobriza, del tipo de piel que adquiere la gente que trabaja la tierra. Sus ojos tenían
el cansancio de la sabiduría, de esa que conoce lo recóndito y que al conocerlo se fatiga y duele en
lo escondido de aquellas miserias.
Al ver esa mirada pude entender en algún grado el dolor que traspasó hacia sí su alma.
Cási pude vislumbrar el enjambre de formas y modos de sufrimiento diverso, que experimentarón
aquellos ojos. Paz infinita de todas maneras logré darme cuenta que salía de su real esencia. Creo
que con esa permisión fugaz quería decír sin palabras lo que logré entender. Misión cumplida,
pensé.
Búeno, por esos dias llegó a su presencia un ingreso, venido ni más ni menos que del mismisimo
“ku klux klan”, un gordinflón rosadito con cara de cerdito, se sacó el capirote rojo de sangre, de
inmediato se destapó, dijo ser un gran brujo con autoridad sobre diez genios, su mirada denotaba
una sorpresa indescriptible mientras se dirigía al gran Señor; así, calló de rodillas sobre un oceano
de lágrimas ahogándose en frente de aquella indesmentible verdad. En Tennessee y Arkansas hubo
disturbios, inclusive arrestaron a la pequeña “Alicia” por contumaz junto al gato “Cheshire” en una
taberna de negros por acceder a la mala.
El gordo no lo podía creer, no había vuelta atrás ya que muerto y, bien muerto estaba.
¡La lógica del hombre, no es mí logíca!, sentenció Dios, con una voz grande en
potencia.




Autor: E. C. Flores

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