EN TRANSITO
Mientras la ventana se movía mecánicamente a velocidad de
crucero boreal.
Sin emisión de ruido alguno.
“Sigilosa” le llamaban a esa nave nodriza.
Esta, sostenía mis huesos secos en la inercia de costumbre
hacia un destino sin Tarot ni augurio.
Y yo dejándome llevar por pura fuerza mayor, pues el
“bastardo deber” muy bebido, me seguía con su picana eléctrica dándome por “faire
ses coups par-derrière”
Del otro lado, mis ocelos
grandes como boca de túnel negro, apuntaron en solapado ángulo hacia las
dos orillas que me tragaban a 120 km por hora en constante.
Seguíamos así, el
culebreante punto de fuga que se asomaba desde lo más alto de la meseta
rechoncha y ocre, que se retorcía y retorcía en el epicentro de su mismo matiz
fantástico y fantasmagórico.
A esa hora, como de costumbre los atletas ciegos aparecían
en forma de “letreros” y, “animitas pobres” como testigos sin lengua alguna, para deprecar sus devenires
graníticos y machacados por el rey Sol, contumaz e intolerante que atacaba las
orillas de los caminos como buen asaltador.
Las rocas, nuevas y antiguas bailaban la quietud de la zona,
antes de la llegada del hombre.
Anguladas y asimétricas se esparcían como extendidas a palma
pelada, como un jardín de veritas extrañas en sentidos ambos.
Pétreos de uniforme pagano, se perdían a mis flancos
enfilando hacia el polvo interminable en franca búsqueda de la “beta mater”
Los oteros regordetos escondianse y aparecianse por doquier, cargando monotonías esquizoides
En las alforjas de “anciestra”. Esa vieja cana, que los dejo
ahí como “guachos miserables” a la espera de no sé que.
Se ufanaba de
impiedad.
Ya que según ella, era la manera que había de respetarle.
Horas piroplásticas al rojo, jactabanse de solas, aisladas,
amurradas y heridas, por la geografía agreste, espectral y habitual.
Por fin hacia su primera aparición en escena un gen de
arbórea, actuando de atalaya en los limites de ambos mundos.
Un respiro de alivio cruzo mi mente un mili segundo de
inmediato sacudí el seso, para re y, proseguir mi curso largo, al encuentro del
abrazo magno a la puesta del ocaso, bajo el viejo alero de mi casa.
Los pequeños brazos de mi último gen y del suave ósculo
santo serian regalos frescos a esa especial llegada.
Sera la mejor respuesta, al significado de la vida solamente
por hoy.
El afán de mañana le dejaría descansar hasta su hora de
vuelo y llegada.
De este modo llenaría plácidamente las casillas por llenar,
en el futuro inmediato y tablero de juego en el viejo ejercicio de estar.
E. C. M. FLORES. (Cantelli)
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