martes, noviembre 13, 2012

                                                                       EN TRANSITO



Mientras la ventana se movía mecánicamente a velocidad de crucero boreal.  
Sin emisión de ruido alguno.
“Sigilosa” le llamaban a esa nave nodriza.
Esta, sostenía mis huesos secos en la inercia de costumbre hacia un destino sin Tarot ni augurio.
Y yo dejándome llevar por pura fuerza mayor, pues el “bastardo deber” muy bebido, me seguía con su picana eléctrica dándome por “faire ses coups par-derrière”
Del otro lado, mis ocelos  grandes como boca de túnel negro, apuntaron en solapado ángulo hacia las dos orillas que me tragaban a 120 km por hora en constante.
Seguíamos así,  el culebreante punto de fuga que se asomaba desde lo más alto de la meseta rechoncha y ocre, que se retorcía y retorcía en el epicentro de su mismo matiz fantástico y fantasmagórico.
A esa hora, como de costumbre los atletas ciegos aparecían en forma de “letreros” y, “animitas pobres” como testigos sin lengua  alguna, para deprecar sus devenires graníticos y machacados por el rey Sol, contumaz e intolerante que atacaba las orillas de los caminos como buen asaltador.
Las rocas, nuevas y antiguas bailaban la quietud de la zona, antes de la llegada del hombre.
Anguladas y asimétricas se esparcían como extendidas a palma pelada, como un jardín de veritas extrañas en sentidos ambos.
Pétreos de uniforme pagano, se perdían a mis flancos enfilando hacia el polvo interminable en franca búsqueda de la “beta mater”
Los oteros regordetos escondianse y aparecianse  por doquier, cargando monotonías esquizoides
En las alforjas de “anciestra”. Esa vieja cana, que los dejo ahí como “guachos miserables” a la espera de no sé que.
 Se ufanaba de impiedad.
Ya que según ella, era la manera que había de respetarle.
Horas piroplásticas al rojo, jactabanse de solas, aisladas, amurradas y heridas, por la geografía agreste, espectral y habitual.
Por fin hacia su primera aparición en escena un gen de arbórea, actuando de atalaya en los limites de ambos mundos.
Un respiro de alivio cruzo mi mente un mili segundo  de inmediato sacudí el seso, para re y, proseguir mi curso largo, al encuentro del abrazo magno a la puesta del ocaso, bajo el viejo alero de mi casa.
Los pequeños brazos de mi último gen y del suave ósculo santo serian regalos frescos a esa especial llegada.
Sera la mejor respuesta, al significado de la vida solamente por hoy.
El afán de mañana le dejaría descansar hasta su hora de vuelo y llegada.
De este modo llenaría plácidamente las casillas por llenar, en el futuro inmediato y tablero de juego en el viejo ejercicio de estar.

E. C. M. FLORES. (Cantelli)

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