Matta,
parecía como si reposara camuflado de hoja seca, en un piso gélido
de París, visión frenética y extraña a esa tarde, tarde hora, esto a
plena y tenue luz del farol fantasmagórico que le hacía sombra
perfecta con esa tenue y pobre luminosidad anaranjada, frente a la ventana de
su cuarto de segundo piso conventillero, en la zona del pequeño barrio de
"ile Saint Louis"
Sus grandes ojos, llenos ahora y, por
estos días de una melancolía del color de la desesperanza y la
realidad de la espera forzada, permanecieron quietos más aun, por un largo
rato, en la oscura y espesa profundidad de las estrellas dibujadas en el cielo
falso, con revoques claramente altruistas de
su pequeño y asfixiante habitáculo, lo que
de algún modo denotaba ensoñación caminada, muy pero
muy caminada y escapada de un lejano pasado irrecordable, de algún pintor
mediocre que vio lo mismo y se sintió sofocado tal cual como lo hacía
hoy este loco asilado.
De pronto y, a sus espaldas, se abalanzo de súbito, tal cual como el hálito inconfundible y alcohólico del viejo "Jean Pierre Garnier Malet" ese rufián y viejo compañero de juerga que le hacía sonreír levemente de vez en cuando, cada vez que venía a su mente su presencia y recuerdo.
¡MMM! Era para variar la fastidiosa e irrespetuosa
“Sorpresa" que venía siempre del mismo modo y de brusco hacia él, con sus
esponjosas e inconfundibles y pálidas ojeras, ahora peinándose para
atrás los pocos pelos que le quedaban sobre su calva y prominente
cabeza, solo con la mera intención de correr una cortina importada
a telón rápidamente, por obligación según su
trabajo, y dar paso al segundo acto lo más rápido que se
pudiese, con el firme propósito de seguir durmiendo y
soñando a la vez, en busca de las variadas libertades que
no poseía, ahí, en el fondo de su cuarto.
De pronto aparece en la misma escena, (Tras la abertura del telón) otro Matta, como un perfecto holograma espacial, muy decorado y amononado, aparentemente preparado como para una cita, de esas muy calentonas y ensoñadas (Lo intuimos por el ramillete de petunias blancas que empuñaba con firmeza, y además, por su cabellera grisácea muy bien engominada)
Se quedó parado y sin
decir palabra alguna, comenzó a derramar sutilmente lagrimas
holográficas que caían en lento, raramente desde afuera hacia
dentro, haciendo un recorrido inverosímil en busca del camino a
la muerte rápida y feroz, como no queriendo tocar aquel piso
parisino y estulto, floto por un instante en una
extraña levitación, ahí estuvo un largo rato, observante
y siempre silencioso, mientras todo comenzaba a diluirse en las
superficies desgarradas de haya afuera.
El tiempo fue
seccionado y luego suturado, a la décima potencia, todo permanecía congelado
ahí mismo, como en gélida roca quieta esperamos por los siglos de los
siglos.
Mientras tanto, otro de nuestros singulares amigos, “Diego Maquieira” vio todo lo descrito con cierta distancia y sospecha desde el frente de la vereda, en la vereda oriente con Magdalena, la distancia parecía dar lectura de sapiencia y buen juicio por parte de este, “aparentemente”.
-- Yo la verdad no lo creí,
sabía que en su esencia era tal cual y, más orate, que este aparecido y patético
Matta salido de las mismas fauces de una taberna milonguera.
El holograma ya rebelado, de pronto montó en
el aire una nueva disposición al ver a “Maquieira” parado en la calle, este le
observo detenidamente cambiando ahora, la mueca triste, por una nueva, leve y
creciente sonrisa en sus labios.
Le brillaron los ojos como fuegos de artificio
al detectar a ese viejo amigo, que no se ve en centurias, para luego acercarse
y abrazarle con musculo y alma.
Festejado y dispuesto
le esbozó una sonrisa de bolsillo y le invitó a inflar con un Bombín, al otro
Matta, que yacía fijo y frío, en aquel piso de París.
Así fue, y así se
hizo.
Recuperados ya del
espasmo por ajenjo, lograron levantar del piso de París al Matta
resucitado y rescatado desde las mismísimas puertas de “Hades” muy oportunamente
la noche anterior.
No sé cómo, pero los
tres juntos llegaron a parrandear nuevamente al “Diego Portales”, con sombreros
de copa y alegría entre manos, cargados de nuevos bríos, por las nuevas
conquistas que habían logrado la noche anterior entre, él “Les Assassins y el catastrófico
y aparentador “Liguria”, todos ellos en pos de la flojera misma y estandarte y
por supuesto en el santo nombre de esta.
Lo que ahora en
adelante se debía presentar como tarea diaria y, a los cuatro vientos
del mundo de “Les Mammon” se debía indefectiblemente pregonas como una nueva teoría
revolucionaria en contra de los entristecimientos absurdos del neo hommo.
Mientras, desde plaza
Italia, en el punto cero de la ciudadela cursi, el abuelo de Maquieira muerto,
le reprochaba a viva voz que se alejara de aquellas malas influencias ya que al
“averno” le arrastrarían inapelable-mente, con bombos platillos y
petacas.
Oídos sordos
arrastraron la Alameda hasta el Cine Normandie.
Mientras, Marlon
Brando, en la boletaría los recibió con “horror”, por no haberlos
encontrado un poco antes, para recorren juntos lo aquello e
irrenunciable.
Sigue.............................
Autor: E. C. Flores (Cantelli)
1 comentario:
Me invitas tu un café con un cigarrillo??? loco inquietante...
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